Los primeros años del siglo XXI han supuesto para Portugal la aparición de una generación de
jóvenes artistas cuyas obras y planteamientos artísticos revelan una madurez intelectual y
experencial sólo equiparable al deseo de reconocimiente y divulgacíon de su universo creador.
En el ámbito de la escultura, uno de los nombres a tener en cuenta es el de Catarina Saraiva
(Lisboa, 1973). Licenciada por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Lisboa y con
formación en estilismo industrial, su puesta de largo en el medio artístico portugués se produjo
en la exposición colectiva Geração 2003 (Módulo-Centro Difusor de Arte). En 2004 presentó
su primera individual y, desde entonces, su trabajo há sorprendido por la solidez y coherencia
demostradas, abordando cuestiones relacionadas com el objeto artístico, el cuerpo, la identidad,
la percepcíon de la realidad, la sensualidad/sexualidad y lo femenino.
La obra de Catarina Saraiva acompaña la tradicíon de optar por determinados materiales
maleables que ceden fácilmente al tacto (tejidos, vinilo,cabello, algodón) como forma de
vincular el ejercicio del arte a su propria percepcíon y afirmacíon como mujer y como artista.
Formada en pintura, aunque escultora de eleccíon y vocacíon, parte de contextos femeninos com
el objetivo de explorar diversos territorios que, en última instancia, ponen en cuestíon las
características y principios tradicionales de la escultura, exponiendo preocupaciones vitales que
sólo ganan sentido a partir de una firme conciencia socio-cultural. Así, en sus esculturas- com
algunas reminiscencias de la obra de Louise Bourgeois- figuras de torsos que recuerdan
maniquís de costura captan la atencíon del espectador mediante prolongaciones umbilicales y
apéndices tubulares que nacen de los cuerpos en transmutacíon. Cuerpos humanos a medio
camino entre la amputacíon y la metamorfosis, cuya ambigua presencia sexuada se hace patente
en formas grotescas y deformes que sugieren la asociacíon a órganos genitales y senos.
Catarina Saraiva recoge y reinterpreta de forma personal esse aspecto de la escultura como
intérprete de la condicíon humana. Esse proceso pasa también por la antifuncionalización de
objectos pertenecientes a la esfera de lo cotidiano, ya sean zapatos, guantes, espejos, ropages o
muñecos de trapo, obrados de raíz o producto de intervenciones en elementos preexistentes,
distanciándolos de su realidad común y confiriéndoles un carácter enigmático en contacto com
algunos postulados surrealistas.
El recurrir a objetos modificados y, sin embargo, aún reconocibles, provoca en el espectador un
cierto grado de turbacíon psíquica provocado por el shock de asociar respuestas mentales
contradictorias. Por outro lado, los objetos utilitarios de Catarina Saraiva oscilan entre lo que
son y lo que el observador proyecta en ellos desde su propria experiencia. Son objetos cuya
función original ha sido aírrebatada por efecto de una propositada intervención artística,
adquiriendo nuevos significados, nuevos valores simbólicos. Si en las obras que imitan cuerpos
la alusíon a lo fragmentario se relaciona com la mutabilidad de la naturaleza, en las que
representan objetos extraídos del ambiente cotidiano la noción de fragmento se vincula a la
realidad susceptible de manipulación, al arte como creador de engaños y falsas percepciones. El
conocimiento previo que se tiene de esos objectos posibilita la ruptura com los esquemas de
relación habitual y las ambiguedades de ella originadas refuerza el carácter mágico y
desestabilizador del artificio. Es la obra de arte como elemento transformador de la realidad que
conocemos y aprehendemos de forma diferente. Es la obra de arte como desafío que condensa
alguna realidad humana de significación universal.
Fernando Montesinos